Lo cierto es que Japón era una tierra desconocida para él.

Aunque siempre le había gustado desarrollar las artes marciales, nunca había puesto verdadero interés, es más, casi había ido obligado por su padre pero en el fondo tenía ganas de pasar un verano en otro lugar, fuera de  su país natal y conocer al maestro y amigo de su padre, le parecía una buena manera de salir y contemplar otras tierras, otras formas de vivir y de ser, quizá cambiara su forma de pensar o quien sabe, podría llegar a ser un gran luchador en un futuro y competir en algún torneo oficial de artes marciales que era algo que deseaba desde que era un niño.

Ken Masters

Su padre le había hablado alguna vez sobre el Maestro Gouken. Se trataba de un hombre a quien conoció años atrás por tierras niponas, en un viaje de negocios, donde coincidieron ambos.

Decía que era una gran persona y que seguro que un tiempo allí le vendría bien para enderezarle y crecer como persona además de conocer lo que era un poco la humildad de la gente de alli, más de cerca, pero a él no le gustaba la idea de que alguien le controlara, odiaba eso, aunque si se negaba, su padre le impondría un castigo ejemplar para no salir sin su consentimiento durante un tiempo y volvería a hacer prácticas como becario en su empresa y no había cosa que más odiara que trabajar allí, era como estar encarcelado, entre cuatro paredes, como «vivir» una vida de un zombie, gruñendo y andando sin alma, sin apenas sentir un poco los rayos del sol, en definitiva, ser un hombre gris, sin más aspiración que la de fichar, echar cafés,  y fichar.

Abrío motivado la enorme maleta rápidamente y comenzó a guardar los enseres necesarios para estar allí una buena temporada.

En principio iba a estar allí unos 3 meses como una forma de vacaciones, de distracción para conocer aquel lejano país tan curioso.

Le habían comentado que aquel lugar era un Dojo perteneciente a una antigua familia dedicada en cuerpo y alma al arte del Ansatsuken o una fusión de varias disciplinas de lucha. Alejado de todo rastro de civilización, de las conocidas ciudades, debería apañárselas para llevar todo aquel equipaje hasta allí sin morir en el intento o eso creía.

Si es cierto que estaba bastante en forma pero no quería correr el riesgo, asi que intentó llevar un equipaje ligero. Nada de utensilios inútiles. Iba a entrenar, además le comentaron que allí habían kimonos de lucha para él y un compañero que también estaba entrenando allí desde hace un tiempo.

Al parecer, dicho Dojo entrenaba a luchadores desde hacía tiempo y si algo caracterizaba a aquel lugar era esa disciplina basada en la técnica de Ansatsuken. De allí  siempre sobresalían luchadores verdaderamente fuera de serie. De hecho, el mismo Gouken había sido estrictamente entrenado allí mismo años atrás por su maestro cuyo nombre era Goutetsu.

«Mierda! Dónde demonios habré metido el suavizante para el pelo!» Pensó para sus adentros.

En poco tiempo ya tenía su maleta lista para despegar en su jet privado, así que subió la escalinata que daba al pequeño helipuerto de la casa Masters, donde le esperaba su padre acompañado de un nutrido grupo de personal de servicio, y con una sonrisa en la cara, quien movía agitadamente el brazo. Parecía como si realmente estuviera contento de que se marchara una temporada para perderlo de vista.

Con un gesto de malhumor abrazó a su padre y se marchó rápidamente al helicóptero.

«No te olvides traer a tu padre algún obsequio de Japon! Y saluda a Gouken de mi parte!» Le grito el padre con gran entusiasmo.

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