Los palillos estaban casi a un dedo del sushi de salmón que tenía a unos metros. Cuando de pronto una vara le golpeó para evitar que lo cogiera. El gordinflón se cogió su mano golpeada dando un pequeño grito de dolor y encogiéndose de hombros.

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E. Honda

– Mucho sumo pero poca educación para comer Edmond! Deja alguno para el chef no? Haha! – rió el el camarero, guiñándole un ojo al grandullón.

-Perdón Aki… ya sabes que me encantan comer!! contestó con sus mejillas sonrojadas por la vergüenza y mirando a su alrededor.

El camarero, era un viejo gruñón además de canijo, de espalda encorbada y pelo largo canoso, espesas cejas y una prominente barriga. Tenía mucho carácter y cualquiera le replicaba, pero Honda le tenía mucha estima desde hace muchos años y hacía los mejores makis de la provincia. No podía dejarlo escapar tan facilmente.

Honda prosiguió comiendo esta vez con más cautela pero con voracidad y una sonrisa de oreja a oreja. Su estómago parecía no tener límite, aunque realmente con el gran esfuerzo producido en la competición de hace unas horas necesitaba consumir bastante comida para recuperarse.
Había salido una vez más victorioso de aquel torneo pero aquel luchador le había hecho esforzarse como ningún otro desde hacía tiempo. Era una joven promesa del mundo del sumo llamado Arata pero aun era impetuoso e impaciente y le faltaba experiencia y más horas de entrenamiento diario para ser un luchador con clase .
De lo que no cabía duda era de que había sido un  gran contrincante, de ésos que les hacía disfrutar del sumo, con orgullo. Ciertamente, adoraba ver la mejoría de sus antiguos alumnos y su evolución con el paso de los años y Arata era uno de ellos.
Era por eso que creía en este deporte y en lo que aportaría a muchos jóvenes como él ya que estaba tan infravalorado en el resto de païses que necesitaba darle un giro de 180 grados para que otras culturas se interesasen por lo que es esencia de este deporte nipón.

– Muchas gracias por el menú de hoy Aki – dijo sorbiendo el último trago de mate y pagando el precio de los dos menús.- Me voy a los baños como de costumbre, ya sabes que puedes venir cuando quieras y jugar al shogi!

Recogió su bolsa de entrenamiento y comenzó a caminar en dirección al balneario que estaba a pocos metros de allí. Abrió las puertas tan puntual como era costumbre en él, saludando a los primeros clientes que aun eran más precisos todavía, de hecho, solían también ser los que más dolores de cabeza le daban.

– Edmond, te has retrasado 5 minutos! No es propio de ti.

El esbelto hombre se llevó la mano izquierda a la cabeza y con media sonrisa se disculpó. Sabía que no tenía excusa, la vida del sumo era bastante dura dado que tenía que compaginar trabajo con su oficio y muchas horas de adiestramiento. Y ambas cosas le apasionaban. De hecho, el balneario para él era una buena forma de relajarse después de un torneo – eso y el shogi- y aprovechaba a sumergirse en los baños para descansar un rato junto a sus clientes y a contarse anécdotas.
El balneario también era un negocio muy rentable, una fuente de dinero desde que se hiciera conocido por permitir los combates del tornero World Warrior años atrás.
Para Honda, eso había resultado crucial no solo para su beneficio enconómico sino también para reconocer el sumo en su localidad y para animar internacionalmente a otras personas a conocer su tierra y su cultura y compartir conocmientos y experiencias. No había nada más apasionante para él.

Los primeros  clientes pasaron hasta los vestidores del balneario y Edmond comenzó a vislumbrar de nuevo la posibilidad de volver a promocionar el sumo en otro evento de lucha. Debía ponerse manos a la obra.
Esta vez haría un acercamiento más con la gente y sería él quien visitase otros païses para conseguirlo. Para él eso le llenaba de ilusión y ganas por seguir evolucionando, su gasolina.

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