Todo apuntaba hacía otro viaje sin destino, de los que estaba tan acostumbrado, y el descapotable que poseía le brindaba un aire suave pero fresco en el rostro además de un sentimiento de libertad y privacidad únicos, que contrariedad.
El sol tampoco era intenso pero le venían bien las gafas oscuras y redondeadas último modelo que había comprado hace unos dias. Lo cierto es que éstas le hacían sentirse como un verdadero marine de las fuerzas armadas, pero desesperanzado. Hacer kilómetros era la unica forma de olvidar preocupaciones y de seguir avanzando sin darle demasiadas vueltas a la cabeza, dado que últimamente no podía parar de pensar e incluso casi no dormía.

Miró por su espejo retrovisor interior con el fin de apreciar algún defecto en su peinado erizado y rubio, casi inamovible, pero él sabía que su cabellera seguiría intacta- incluso después de haber dormido tantas horas y estando aun de resaca y con dolor de cabeza- ya que intentaba siempre mantener firme ese jodido tupé que antaño no podía domesticar de ninguna de las maneras.
Pero con la ayuda de los sprays que le proporcionaron cuando entró como recluta, un compañero, aquello era histora y la verdad es que siempre le había ido muy bien, también su peluquero hacía bien su trabajo. Tambien para él era muy importante cuidar al detalle su corpulenta y esbelta figura.
Hacía cada día su sesión de pesas y cardio, además de practicar la lucha cuerpo a cuerpo, vamos que estaba en plena forma a pesar de tener ya sus casi 40.

También, solía estar atento a cualquier mínima particularidad tanto en él como en los demás. De hecho, estaba alerta incluso fuera del servicio. Cualquier movimiento inapropiado o extraño en una persona, él se percataba, y ponía atención a estos detalles que cualquiera no daba demasiada importancia. El movimiento de la ceja de su mujer, el tic nervioso en los pies de Chun Li cuando estaba preocupada o enfadada con algo, el contracturado gesto en los ojos de aquel luchador que conoció no hace mucho, cuyo nombre era Ryu, cualquier cosa… Incluso la mirada nerviosa de su amigo Charlie, con esa media sonrisa, la última vez que lo vío en Tailandia.
Había pasado un tiempo de aquel acontecimiento, y todavía no tenía notícias de su colega de armas.
Dónde demonios estaría? No era normal en su compañero desparecer como la nada, de un día para otro en aquellas montañas de ese recondito país  -se preguntaba para sus adentros, nervioso y con ansiedad.
Habían recorrido las proximidades de la zona, después de aquella explosión, día tras día, pero no lograron encontrarlo. Ni una pista, únicamente pudo recuperar la cadena con su identidad, tirada en una zona de la cueva, cercana a un precipicio. Aunque incluso en aquel despeñadero no había nadie, ni víctimas, sólo piedras y restos de hierba seca, nada más.

Quizá ese malnacido de Bison lo hubiera hecho prisionero? – volvió a preguntarse a si mismo, en un tono nervioso y malhumorado, casi sollozando de impotencia.
Lo único que podía hacer era seguir investigando aquella desaparición con ayuda de la Interpol, codo con codo, con su amiga Chun Li, ella era la persona más indicada para proporcionarle apoyo tanto moral como técnico en la región Oriental.

Se adentraba por los parajes de aquella carretera tan conocida, con el único fin de hacer kilómetros, y desaparecer en aquel lugar casi desierto e inhóspito, de percibir tan solo el ruido del motor de aquella bestia, que rugía igual que un león.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *