Entró lentamente por la puerta principal, la cual estaba medio abierta ya debido al viento que solía hacer por aquella zona regularmente. Al abrirla posando su mano derecha en la madera seca y medio extrañada un horrible sonido de la propia bisagra hizo ponerla fría del miedo y en un gesto de tensión, y como un gato saltó hacia atrás posicionándose de frente al enorme portal de la vivienda propinando una patada directa al centro de ésta, abriéndose de inmediato hasta llegar al tope de apertura en un golpe sordo y volviendose a cerrar hasta darle en las narices, volviéndose sobre la posición en la que ésta se hallaba en un inicio.

El silencio era sepulcral, exceptuando alguna ráfaga de aire y el canto de unos pájaros lejanos además de el dolor de la nariz que empezaba a sangrar.
Al darse cuenta, se relajó y soltó un largo suspiro de rabia, rascándose su pelo corto y pensando en lo idiota que había sido.

«-¡Mierda -gritó de forma estruendosa y abrazando su rostro con ambas manos -.Maldita puerta!»

Pasaron  un par de minutos cuando decidió asomar su cabeza despaciosamente por la hendidura con cierto temor y un presentimiento nada bueno.
Algo en su cabeza le alertaba y a su vez le avisaba de que fuera lo que hubiera alli, estuviera preparada, ¿pero lo estaba?
Una vez en el patio que daba a aquella casa abandonada descubrió lo que ya suponía y que no quería ver dentro de su propia mente. Una sensación de completo abatimiento y melancolía se posó sobre si misma. Al ver aquella situación, se dio cuenta de que sus temores no eran infundados pero su imaginación proyectaba un pequeño abismo de esperanza, un recuerdo de lo que años atrás fue aquello.

Pese a todo, y pasados unos instantes, se repuso, trago saliva, y en un gesto de completa entereza y firmeza interior, se abrió paso, retirando la maleza que se congregaba allí cerrando el paso en lo que antaño fue un camino de piedras ahora casi inapreciable también por la cantidad de tierra y arena que había sobre éste.
Aquel acceso llevaba a una pequeña escalinata que iba a parar a un porche de madera con un banco de bambú a un lado, medio derruido y un cubo vacío con un rastrillo en su interior pero completamente seco.
En el centro del porche, se encontraba la puerta principal del habitáculo, por suerte en buen estado de conservación y completamente cerrada. Eso la tranquilizaba ya que por lo menos no estaba como el patio.
Una vez delante de la entrada, giró su cara hacia un lado y cayó en que el rótulo con la descripción del Dojo estaba a punto de desplomarse así que lo colocó en su posición con cautela y abrió con un leve tirón la puerta.

La oscuridad era total solo podía ver la luz que entraba desde fuera y su figura en forma de sombra en el suelo. También se apreciaba un leve olor a humedad por el paso del tiempo que la casa se hallaba cerrada.
Tanteando por la oscuridad de su viejo hogar abrió las puertas laterales y ventanas alumbrándolo todo. Aquello ya era otra cosa. Al parecer y para su tranquilidad se dio cuenta que allí dentro todo estaba en su lugar, parecía no haber pasado el tiempo, a excepción del polvo que había obviamente.
A pesar del paso de los años, al menos el interior mantenía cierto órden y espíritu. La esencia de lo que aquel lugar fue para ella y para su família. Eso resultaba esclarecedor además de ocasionarle un ligero sentimiento de alivio.

Quizá todo no estaba tan perdido.

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